23/03/2015
Felipe Muñoz Kapamas, ganó la medalla de oro en los 200 nado de pecho en los Juegos Olímpicos de México’68.- Nadie como él mismo, estaba convencido de que sería campeón olímpico, y lo sería en México, ante su propia gente. Días antes del gran momento, dicho ante unos amigos:–”O gano o me ahogo”, vivido en los momentos previos al gran momento, en la final de los 200 metros de nado de pecho, en los inolvidables Juegos de México 68.
Segundos previos a la final, se acerca don Felipe Muñoz al rostro de su hijo, lo toma suavemente por el cuello y le dice, en tono cariñoso: “Hijo, no te preocupes, el haber pasado a la final ya es grandioso.
Y agrega: “El lugar que ocupes ahora es secundario; diste una gran satisfacción al pasar como primero en las eliminatorias y hoy la gente viene no a verte ganar, sino a verte dar un buen esfuerzo”…El Tibio escucha pacientemente aquellas palabras.
Pero apenas ha terminado su padre de decirlas cuando, en un vigoroso movimiento, se aparta de él y con gran firmeza en la voz exclama:–”No, papá… ¡Yo voy a ganar!”
Y se va a la piscina, cuando cruza aquella puerta, el griterío es estremecedor:¡Mé-xi-co! ¡Mé-xi-co!, ¡Mé-xi-co!…Y con los pies golpea la multitud, rítmicamente, el piso de las colmadas tribunas, exigía a un vencedor.
Un vencedor mexicano, la palabra de Tibio, se cumplió… Y nos dice Felipe Muñoz: “Qué importantes son los recuerdos…porque no son todo dulzura, sino que uno vuelve a vivir, a sentir la hiel del esfuerzo, del sacrificio, del empeño, de la constancia, de la disciplina…de todo eso a que obliga el deporte si uno quiere trascender y que se traduce en una sola palabra: Trabajo…Eso, eso es lo único que necesitamos”.
Y agrega: “Si, trabajo del funcionario, trabajo del entrenador, trabajo del atleta… Mi gran deseo es hacer sentir a niños y jóvenes que como gringos, rusos o alemanes, también tenemos dos brazos, dos piernas, una cabeza e inteligencia…”