18/03/2015
México, en su tercera aparición olímpica obtuvo su primera medalla, fue en Los Ángeles 32 con el boxeador Francisco Cabañas Pardo, quien la conquistó el 12 de agosto al asegurar su pase a la final, que sería al día siguiente contra el húngaro Stephan Enekes, en el legendario cuadrilátero del Olympic Auditórium californiano.
Cabañas, a sus 20 años de edad y campeón nacional mosca, debió pagarse el viaje y hospedaje porque el General Tirso Hernández, presidente del COM, dio poco apoyo al boxeo.
El capitalino, quien nació el 22 de enero de 1912 y falleció el 26 de enero de 2002, debió reunir 500 pesos para ser incluido en la delegación.
Y es el boxeador Jesús Nájera, quien en su debut como profesional le ayuda con unos 120 pesos, que el público arrojó al cuadrilátero tras su exhibición. Francisco, recibió otros 300 pesos de su madre, y el dinero lo entrega al General Hernández y lo inscribe. En las rondas eliminatorias, Francisco Cabañas, vence en el Olympic Auditórium tanto al italiano Paolo Bruzzi, como al australiano Isaac Duke y al inglés Stanley Pardoe.
Todo estaba listo para la función nocturna de finales en diferentes categorías, y Cabañas, es víctima de un robo descarado, perdió la final con Enekes. En un hecho sin precedentes en el mundo de la fistiana (el arte de evitar golpes y propinarlos a los contrarios),
Cabañas, narró su combate días después en la internacionalmente famosa revista “The Ring”, cuyo artículo se tituló: “El robo a Cabañitas”. Este es un extracto de lo dicho por Cabañas:
“En el primer round, el húngaro ataca, lo esquivo y repelo el ataque con cruzado de izquierda que lo estremece. Siento que gano el episodio. En el segundo asalto me tira varios ganchos pero vuelvo a la carga, le doy una golpiza, pero se sujeta de las cuerdas. Siento que gané el episodio y la pelea.
En el tercero, en una de sus alocadas entradas me pisa y ambos caemos. El réferi cuenta, pero a mi, la campana suena y Enekes, cabizbajo va a su esquina. En la arena se escucha el grito de ¡México! ¡México!, pero de pronto quedé helado cuando el réferi levantó el brazo al húngaro, mientras el público dedicaba tremenda rechifla al jurado”.