23/03/2015
En casa de Pilar Roldán Tapia, sólo de tenis se hablaba en esa casa. No podía ser de otra manera: Angel Roldán, el Güero, había sido uno de los mejores raquetistas en el ámbito nacional e inclusive, fue seleccionado mexicano Copa Davis -1934- y jugó al lado de Esteban Reyes, Eduardo Tapia y Eduardo Mestre…Su esposa María Tapia, la Chata, fue triple medallista en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en El Salvador, 1935: campeona en singles y en mixtos -al lado de Alfonso Unda- y medalla de plata en dobles -con Fernanda Cedillo-.
En 1954, cuando esos juegos fueron disputados en México, ganó otras dos medallas de plata: en dobles -con Rosa María Reyes- y en mixtos -con Anselmo Puente-.
Tenista tenía que ser pues, Pilar Roldán Tapia, su hija.
Ella lo traía en la sangre. Fue su deporte de siempre. Por eso no resultó extraño verla, apenas a los seis años de edad, empuñando una raqueta en las mesas de arcilla del Junior Club. Pero…
Pilar Roldán:
– Todo comenzó como un juego… -¿Como un juego, señora?
– Sí, nada más que quien lo protagonizaba aquí, era una niña y no un niño. Esa niña era yo. Tenía como diez años y había descubierto algo que me cambiaría la vida: Los Tres Mosqueteros. Primero leí la obra de Alejandro Dumas; después vi aquella inolvidable película en la que Gene Kelly protagonizaba a D’Artagnan. Y entonces nació en mi una pasión desmedida por la esgrima. Recuerdo que tenía un traje con capa y lo utilizaba para disfrazarme de mosquetera y jugar a los espadachines.
Pronto dejaría de ser un juego.
Poco después de cumplir los 13 años de edad -1952- Pilar pidió a sus padres que le permitieran tomar clases de esgrima. Quería saberlo todo acerca del florete. Y tuvo fortuna, a finales de ese año el profesor italiano Eduardo Alajino, de reconocida calidad a nivel mundial, decidió radicar en México. Aquella chiquilla fue una de sus primeras discípulas. Y pronto, muy pronto, al grupo de alumnos se sumó el padre de Pilar: Angel Roldán se dejó llevar por el fervor de su hija. Primero lo facilitó todo: en aquella casa en San Angel instaló una pequeña pista de esgrima y compró a Pilar careta, guantes, chaleco protector y hojas de primera calidad; después -mediados de 1954-él mismo fue subyugado por el arte de manejar la espada y se integró a la esgrima con el mismo entusiasmo con que lo hiciera su hija.
Y así, casi sin darse cuenta, el llamado deporte blanco fue dejando de ser la gran pasión de dos de los integrantes de esa furibunda familia tenística.
Avancemos en el tiempo.
Lleguemos hasta esta soleada tarde del 12 de marzo de 1955.
Tarde histórica para el deporte de México.
Porque veintidós naciones del continente se han unido para disputar aquí los II Juegos Panamericanos.
Y se visten de todos colores las tribunas del estadio de Ciudad Universitaria para presenciar la ceremonia de inauguración. Desfilan gallardos los vistosos contingentes deportivos. México, país sede, cierra la parada. Su delegación es encabezada por Joaquín Capilla; el clavadista porta con altivez el lábaro patrio.
Visten nuestros deportistas un uniforme rojo y blanco. Saco y pantalón los varones; saco y falda las damas. Una de éstas es la jovencita Pilar Roldán, apenas a los 15 años de edad campeona invicta en florete. Está nerviosa, no puede ocultarlo; tampoco oculta su orgullo. Porque detrás de ella desfilan también sus padres: la tenista María Tapia y el ahora esgrimista Angel Roldán.
Se produjo así el hecho insólito, sin precedentes y que hasta la fecha no ha vuelto a repetirse: padres e hija compitiendo por su país en unos Juegos Panamericanos.
Ninguno de los tres conquistó una medalla en esa ocasión.
La jovencita de entonces lo haría trece años más tarde, también en suelo nacional.
Y en Juegos Olímpicos.
Pilar Roldán: medalla de plata en florete.
Y se convirtió en la primera mujer mexicana en subir a un podio olímpico.
Infancia feliz la de Pilar.
Sin angustias económicas.
Integrada al deporte.
Sólo gratos recuerdos tiene María del Pilar Roldán de aquellos, sus primeros años -nació en la ciudad de México, el 18 de noviembre de 1939-.
Buena deportista. Buena estudiante también, muy destacada en el Instituto Miguel Angel.
Los personajes centrales de su existencia eran sus padres y su hermana menor, María de Lourdes, quien nació cuatro años después que ella.
Hasta que llegó Alajmo.